Hay dos señales que van marcando la recta final del festival de Sitges, en primer lugar el paso de la ya mítica fiesta del karaoke en el puerto, que ya prácticamente debería formar parte del programa oficial y que no deberíais perderos si pasáis por este festival, con menos famosos que otros años pero con igual dosis de asistencia y diversión ha vuelto a ser una nueva vía de escape entre la posibilidad de saturación de cine ya a estas alturas. La otra señal la marca la revelación de las películas sorpresa del último día, que este año son V/H/S 85 la última entrega de la ya mítica saga de fragmentos terroríficos de grandes y prometedores directores, la última sorpresa para el maratón final junto al clasicazo El hombre de mimbre es Birth / Rebirth.
El día comenzaba con la última visita a la siempre recomendable sección Anima´t con la francesa Mars Express un neo-noir futurista ambientado en Marte donde dos detectives comienzan buscando a una famosa hacker y se ven atrapados en una extraña conspiración sobre la liberación del libre albedrio. El film es tremendamente rico en su universo presentando distintos tipos de robots y realidades de IA mientras desarrolla las reglas de este nuevo universo y sus protagonistas van descubriendo todas las implicaciones de su misión que les llevara a un entramado político y empresarial mucho más grande del que imaginaban. Quizás en su temática todo lo que cuenta el film nos suene a ya visto, desde las leyes de la robótica a la rebelión cibernética y su enfrentamiento con los humanos, pero la presentación de su propio universo es rica en detalles, sus personajes principales funcionan y la mezcla con el noir le sienta como anillo al dedo a su tipo de animación europeo.
Este sin duda ha sido el año del regreso del cine oriental a Sitges y si bien este festival siempre había sido un buen caladero para descubrir las joyas de otro continente este año da la impresión de que la falta de estrenos americanos han traído más cantidad de títulos pero también una mayor diversidad en la calidad de los mismos. En Concrete Utopia un terremoto asola Seúl y los miembros del único rascacielos que ha permanecido en pie tras la catástrofe deben organizarse para sobrevivir. El film explora el ya clásico tema de la creación de una nueva sociedad en un ambiente apocalíptico y el descenso del hombre a sus más bajos instintos para sobrevivir. Pese a su buena factura técnica no encontramos ninguna propuesta novedosa ni mínimamente ingeniosa en un film al que le sobra metraje y le falta mala leche, todos los clichés de este tipo de cine se van cumpliendo uno por uno con unos protagonistas maniqueos sin un solo matiz que los pueda hacer interesantes ni rastro de una crítica social algo trabajada lo que hace que sus más de dos horas de duración hacen que el viaje se haga larguísimo hasta llegar a un destino que podíamos adivinar desde el primer momento.
Mucha expectación en Sitges por ver el nuevo trabajo de Carlota Pereda, la directora que había maravillado a los fans con su exitosa Cerdita y uno de los nombres más esperanzadores del género. El acto servía también para homenajear los 70 años de Filmax en la industria. La ermita se nos presenta como un pequeño cuento de terror clásico con la presencia del espíritu de una pequeña niña que fue emparedada junto al resto de enfermos de la peste negra en la ermita que da nombre al film y cuyo recuerdo forma parte del folclore del pueblo en el que se asienta pero también atormenta a mediums de la zona durante años. Lo que podría ser una historia terrorífica de apariciones y fantasmas rápidamente se transforma en un drama materno filial sobre la pérdida con muchos menos toques fantásticos de los que podríamos desear, lo que es una lástima porque en los pocos instantes que tienen en pantalla la imaginería sobrenatural lucen de maravilla, pero lamentablemente son escasos y demasiado intermitentes y se pierden entre unas actuaciones que apenas cumplen con un mínimo exigible en una producción de este nivel y una historia previsible, falta de emoción y con un clímax prácticamente inexistente y totalmente insatisfactorio. Una lástima principalmente por las esperanzas que había depositadas en ella pero ha sido una de las películas más flojas de un festival que ya se puede ir confirmando con una calidad media tirando a baja.
También muchas ganas de ver lo nuevo de Junta Yamaguchi, el director de la ya mítica Más allá de los dos minutos infinitos con uno de los pases más recordados en Sitges de los últimos años. Su nueva película River aborda de nuevo los bucles temporales pero el director trata de dar una vuelta de tuerca y sorprender al espectador ante la nueva forma de abordar el tema y es que aunque parezca que nos está contando lo mismo, todo es diferente. El ritmo es ágil y sus protagonistas provocan rapidamente simpatía en el espectador, con unos primeros minutos desternillante mientras se va descubriendo la trama principal del film, lamentablemente una vez pasada la sorpresa inicial el ritmo comienza a encallar y observamos que no hay ni rastro de la magia que nos encandilo en su predecesora, una comparativa quizás demasiado dura y probablemente injusta pero imposible de obviar. Su ajustado metraje hace que en ningún momento se vuelva molesta pero su atropellado último tercio nos deja una desagradable sensación de buena idea que no se ha sabido desarrollar. A estas alturas tampoco descarto que el sueño en una maratón nocturna me haya impedido disfrutar del film con el ánimo que se merece y en una futura revisión pueda mejorar mi impresión pero tampoco niego que ha sido una de las pequeñas decepciones del festival.
No hay comentarios:
Publicar un comentario