lunes, 29 de enero de 2018

Loving Vincent

Loving Vincent

Director: Dorota Kobiela, Hugh Welchman

Actores: (Voces de) Douglas Booth, Saoirse Ronan, Jerome Flynn, Robert Gulaczyk, Chris O'Dowd, Robin Hodges, John Sessions, Helen McCrory, Eleanor Tomlinson, Aidan Turner

Guión: Dorota Kobiela, Hugh Welchman, Jacek Dehnel

Productores: Sean Bobbitt, Ivan Mactaggart, Hugh Welchman

Montaje: Dorota Kobiela, Justyna Wierszynska

Fotografía: Tristan Oliver, Lukasz Zal

Música: Clint Mansell

Producción: Odra Film, BreakThru Productions, Trademark Films, Silver Reel, Centrum Technologii Audiowizualnych, Polski Instytut Sztuki Filmowej


Con Loving Vincent es muy fácil caer en la tentación de quedarse solo en sus aspectos formales, y es que su impresionante estética y sus asombrosos datos técnicos (65.000 cuadros pintados al oleo por 125 artistas que unidos a la técnica rotoscópica dan vida a una auténtica obra de arte) son ya de por sí suficientes para tenerla muy en cuenta. Lo maravilloso es que tras todo esto además hay una gran película.

Recordando a la gran Ciudadano Kane, el film se articula a través de la investigación sobre la vida de Vincent Van Gogh tras su muerte. El hijo de un cartero que quiere cumplir el deseo de su padre de enviar la última carta del pintor será el encargado de guiar al espectador en un viaje con muchas más paradas de lo que podía parecer en un principio.

Y es que Dorotea Kobiela y Hugh Welchman se las arreglan para lograr un film enormemente entretenido gracias a su ritmo y su variedad tonal, que tan pronto navega en el biopic sobre el genio pelirrojo explorando su complicada vida familiar o su torturada mente, como nos lleva a un thriller de investigación sobre las verdaderas causas de su muerte o coquetea con el romance.


A lo apasionante de su trama y su espectacular aspecto visual hay que sumarle una deliciosa banda sonora de Clint Mansell y la acertada interpretación en las voces de actores como Douglas Booth, John Sessions o la recientemente nominada Saoirse Ronan.

Sin embargo el mayor logro de Loving Vincent ya no es solo la hora y media de cine en mayúsculas que ofrece al espectador, si no como estimula su mente a nivel tanto visual como didáctico, y es que es inevitable no salir de la sala de cine con ganas de visitar una exposición de Van Gogh, leer una biografía, o en definitiva conocer más de un personaje y una personalidad absolutamente apasionantes.


Probablemente Loving Vincent no está teniendo toda la atención que se merece por lo arriesgado de su propuesta y es que son muchas las voces que he oído con miedo a encontrarse un bonito envoltorio sin nada en su interior. Sin embargo si vencemos nuestros prejuicios y nos arriesgamos con obras que se salen de lo habitual nos encontraremos con un film que rompe moldes, donde el fondo siempre acompaña a la forma, y que más allá de ser la mejor película de animación del año (aunque probablemente no se lleve ningún premio por ello) es una obra de arte en sí misma que ningún buen aficionado al cine se debería perder.

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