El cuarto día del Zinemaldi fue el día de la intensidad dramática y el regreso a uno de los temas leit motiv del festival en los últimos años, el de los ancianos con algún tipo de problema mental, sin llegar a los límites de la edición de 2020 donde salíamos un día si y otro también envueltos en lágrimas con las historias de los yayos, pero ya empezando a pegar fuerte a nuestro corazoncito.
Empezábamos la mañana con Un beau matin (una bonita mañana) de Mia Hansen Love en Perlas, ganadora del premio Europa Cinemas Cannes Label en la quincena de realizadores de Cannes. La película nos cuenta las dificultades de la vida de Sandra, una joven que cuida sola a su hija mientras ayuda a su padre, antiguo profesor aquejado de una enfermedad degenerativa que avanza de manera irremediable, en este difícil momento de su vida se reencuentra con un antiguo amigo del que se enamora y con el que comienza una relación a pesar de su situación de casado. Una película sencilla pero llena de emoción con una extraña mezcla sobre volver a amar en la madurez y el cuidado de nuestros mayores. Como retrato de las dificultades de una mujer madura e independiente en la vida cotidiana es un retrato que acierta en su austeridad pero a la vez se vuelve algo reiterativo y dubitativo, queriendo abarcar demasiados temas sin profundizar en ninguno de ellos y dejando la sensación de ser un slice of life con quizás demasiadas pretensiones en lo temático pero bello en su ejecución. Lea Seydoux maravillosa como siempre por supuesto.
El reto del día llegaba con Il Boemo y es que casi dos horas y media de película de época en horario post comida es una tarea habitualmente difícil de llevar en estos festivales. Participando en la sección oficial el film de Petr Vaclav es un biopic del compositor Josef Myslivecek, considerado el precursor de Mozart y uno de los primeros grandes autores de Opera. Con una estética clásica, academicista y algo austera, porque no decirlo, apenas hay un par de exteriores en todo el film, la película se adentra en la vida del compositor desde su llegada a Venecia intentando abrirse paso en el difícil mundo musical de mediados del S.XVIII y consiguiéndolo finalmente gracias a sus promiscuas relaciones con damas adineradas de la alta sociedad. La pelicula se sigue con interés y la música luce de maravilla pero es cierto que en determinado momento su excesivo metraje comienza a pesar, la historia empieza a ser algo más difusa y el tercio final del film acaba con un batiburrillo de los últimos momentos de vida del compositor sin demasiado orden y sentido ya. Cumple la cuota de películas de época que siempre parece obligada en estos festivales sin demasiados excesos pero probablemente en dos días ni nos acordemos de haberla visto.
La sorpresa del día y hasta el momento casi diría del festival, ha llegado con Hyakka (A hundred flowers) film del director japonés Genki Kawamura, que se convierte a mitad del festival en mi principal favorita de la sección oficial. El film relata con una belleza y sensibilidad extraordinaria la relación entre una madre y su hija, ella víctima de una enfermedad que deteriora su mente rápidamente, él incapaz de acercarse a ella por los recuerdos de un hecho que los marco cuando era niño. La enfermedad de una y el dolor de otro distorsionan esos recuerdos que luchan por recuperar. El film está repleto de momentos visualmente bellísimos, juegos de cámara y planificación inteligentísimos e instantes cargados de sensibilidad que te llegan al corazón, huyendo siempre de los excesos y regodeándose (con acierto) en ese lirismo tan japonés. Para el recuerdo esos fuegos artificiales a la mitad que ya quedan como una de las imágenes de esta edición del festival. Una auténtica joyita y una preciosidad que no os deberíais perder.
El día acababa con Living la versión de Oliver Hermanus del clásico de Kurosawa, adaptada por el mismísimo Kazuo Ishiguro. Al igual que en la original el film cuenta la historia de un veterano funcionario que tras recibir un diagnóstico médico terminal decide dar un giro de 180 grados a su modo de entender la vida. Trasladado al ambiente británico post II Guerra Mundial de mediados del S.XX y con esa ambientación que particularmente tanto me gusta de cine inglés de bombín y paraguas, la película no sorprende en lo temático como esa especie de cara B de Que bello es vivir que ya era el original, pero posee ese sello tan característico y delicioso del cine british charming con un Billy Nighy encantador y absoluto dominador de la pantalla en este relato sobre la importancia de dar un sentido a la vida y dejar algún tipo de legado. Alguna voz discordante entre los más puristas por no aportar nada argumentalmente al original pero muchas más a favor de la ambientación, la adaptación de Ishiguro y sobre todo la actuación de Nighy. Particularmente muy a favor de una película que consigue emocionarte gracias a su sencillez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario