El festival da ya sus últimos coletazos y salvo algún plato principal para el último día, esta novena jornada ha sido un poco de transición, sin grandes películas ni tampoco polémicas y con las primeras apuestas ya sobre un palmarés que parece que este año está bastante cantado y es que todas las apuestas apuntan al mismo sitio. Mientras tanto maldiciones japonesas, documentales sobre míticos payasos, asesinas sinestésicas, sueños fiscalizados y búsquedas estelares de nuevos hogares.
En un día con alguna hora más de sueño, tocaba empezar la jornada con The Samejima Incident película japonesa de terror (por fin, ha habido pocas) en las que un grupo de amigos comienzan a hablar por videoconferencia sobre una casa encantada y comprueban que solo con nombrar la maldición esta pasa a ellos. La película es lo que parece, una mezcla entre el J Horror más habitual con sus típicos espíritus de pelos largos y el nuevo terror vía streaming iniciado por Host. Si bien el comienzo es interesante, The Samejima Incident pronto empieza a transitar por los caminos más trillados del género sin aportar nada realmente interesante y recurriendo a los trucos más facilones para asustar al espectador. La sesión ha acabado entre risas (involuntarias por supuesto) y con la sensación de que nos habían colado un producto de muy baja calidad, aunque por otra parte no todos los días se ve acabar una película de terror con un opening de anime.
Las buenas noticias del día llegaban con Sound of Violence, la película de Alex Noyer y por fin otro slasher en el festival. El film cuenta la historia de una joven con problemas auditivos que no solo recupera la audición cada vez que escucha un acto violento si no que además descubre poseer habilidades sinestésicas. La película es apenas un divertimento con buenas escenas de asesinato con su toque gore que prácticamente roza la serie B, pero este tipo de productos que antes eran lo habitual en el festival de Sitges ahora prácticamente se ha convertido en rara avis de ahí que se aprecien más aún y la sala se ha convertido en un festival de risas y aplausos pese a lo modesto de su propuesta.
El trailer y las fotos promocionales de Strawberry Mansion prometían como mínimo una estética llamativa para los asistentes a una sesión en la que por fin se ha anunciado el cien por cien del aforo tras levantarse las restricciones. La película de Albert Birney y Kentucker Audley nos presenta una sociedad distópica en la que el control de los ciudadanos es tal que incluso se registran y cobran los correspondientes impuestos de los sueños de los mismos. La comedia romántica surrealista en la que un trabajador de hacienda tiene que auditar los sueños de una mujer que no los ha registrado durante años ha impresionado tanto con su estética y su desborde de imaginación que ha atrapado y expulsado gente a partes iguales. Particularmente me ha parecido una propuesta de lo más atractiva, con unos protagonistas llenos de encanto y una historia que aunque pequeñita cumple de sobra en ese peculiar mundo de fantasía.
Y el largo día terminaba con Tides, peculiar propuesta de Ciencia Ficción en la que una misión de investigación queda varada en uno de los planetas que puede ser uno de los candidatos a adoptar a una población que ha tenido que huir de la tierra. Siguiendo los tropos más comunes del género, con una ambientación un tanto pobre y unos protagonistas sin una pizca de carisma, la película nos ofrece el ya conocido mensaje de que el hombre es el mayor peligro para el hombre hasta una resolución que ha sido tan previsible como aburrida. Un producto de escasa calidad que pasará rápidamente al olvido.
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