Director: Aitor Arregi, Jon Garaño, Jose Mari Goenaga
Actores: Antonio de la Torre, Belén Cuesta, Vicente Vergara, José Manuel Poga, Emilio Palacios
Guión: Luiso Berdejo, Jose Mari Goenaga
Productores: Xabier Berzosa, Olmo Figueredo, Iñaki Gómez, Birgit Kemner, Miguel Menéndez de Zubillaga, Iñigo Obeso
Montaje: Laurent Dufreche, Raúl López
Fotografía: Javier Agirre
Música: Pascal Gaigne
Producción: La Claqueta, Irusoin, Manny Films, Trinchera Film, Moriarti Produkzioak
Es curioso como el azar, la casualidad o la serendipia actúan de vez en cuando, y es que pocas fechas más propicias para el estreno de La Trinchera Infinita que el fin de semana posterior a la exhumación del dictador, ya que la cosa va de quitarse complejos y salir de ese agujero en el que hemos vivido durante años.
El miedo es libre se suele decir y una
guerra es la situación más terrorífica que pudiéramos imaginar. Una guerra que enfrenta a hermanos, amigos o vecinos puede llegar a enloquecer a cualquiera, puede hacer que pierdas todo
tu valor, que abandones aquellos principios que te definían como
persona, que casi olvides lo que te hace ser humano. Puede pasarle a
una persona, puede pasarle a un país entero. El miedo al fin y al
cabo es libre.
El protagonista es un alcalde socialista
que huye con la llegada de las tropas nacionales a su pueblo y la purga
que están haciendo entre todos los miembros del bando contrario, pero La trinchera infinita va más allá de una historia personal, y
es que al fin y al cabo la historia de Higinio es la
historia de un país que durante años estuvo escondido, agazapado,
lamiéndose las heridas.
Es curioso como un film que va a tratar sobre la estancia en un hoyo de su protagonista durante más de 30 años comienza con varias persecuciones trepidantes y espectacularmente filmadas, sin embargo esta tensión inicial nos va a hacer comprender mejor las decisiones de su protagonista. Precisamente meternos en la piel de Higinio para que comprendamos el porqué de sus decisiones es claramente el objetivo principal de Arregi, Garaño y Goenaga, aunque bien es cierto que con un animal ante las cámaras como Antonio de la Torre todo es más fácil.
Y es que a estas alturas sobra decir que el actor malagueño es capaz de abordar un papel de esta dificultad llevándolo a buen puerto, en soledad la mayor parte del tiempo, expresando con su rostro tantas cosas que ni mil líneas de guión podrían igualar. Sin embargo Belén Cuesta no solo no se queda atrás si no que por momentos le supera, con una interpretación poderosísima que va desde el terror inicial a la fortaleza posterior y el amor incondicional por su marido.
Dentro de los aspectos técnicos destaca por encima de todo la espectacular utilización del sonido que hace la película, consiguiendo que estando dentro de la trinchera junto a Higinio seamos capaces de comprender su terror a la vez que vivimos la vida entre penumbras privados de uno de nuestros sentidos pero potenciando otros. Los primeros planos de De la Torre (los aguanta como nadie) escuchando todo lo que ocurre en el exterior son absolutamente sublimes.
Particularmente si le achacaría una duración excesiva (149 minutos) que hacen que el film caiga por momentos en la reiteración de ideas ya expresadas anteriormente, que si bien refuerzan el mensaje también acaban por agotar al espectador.
La trinchera infinita es un retrato durísimo pero necesario de las miserias que hemos sufrido como país durante muchos años, pero también es un recordatorio absolutamente necesario sobre la importancia de vencer nuestros propios miedos, de rebelarnos y seguir luchando contra la injusticia.
Es curioso como una historia de hace más de 80 años puede retratar tan bien la actualidad, eso solo lo logran películas tan notables como La trinchera infinita.
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