Por fin ha llegado la época cinéfila más feliz del año, el Festival Internacional de Cinema Fantastique de Catalunya, o como bien sabéis y por acortar, Sitges.
Terror, fantástico, Ciencia Ficción, Thriller y mucho más en cientos de películas durante más de diez días. Este año mi festival ha tenido que ser más reducido así que el primer día empezaba con muchas ganas y hambre de cine.
Aunque el Domingo tuve un pequeño aperitivo, y es que al llegar todavía estuve a tiempo de ver Noche de Bodas, una de las películas que más ha gustado en éste festival y de las que más se está hablando.
La película de Matt Bettinelli y Tyler Gillett viene de dar la sorpresa en EEUU donde está siendo una pequeña revolución y aquí hemos podido comprobar el porqué. La loca noche de bodas de una novia que debe huir de su familia política empeñada en asesinarla es un film ágil, divertido y autoconsciente que hace las delicias del público más gamberro. Ready or Not no se esfuerza en dar credibilidad a su argumento, simplemente se lanza a la acción y al desenfreno buscando la complicidad del espectador. Reconociéndolo estos valores y aceptando que es una película de lo más disfrutable he de decir que no entré tanto en la película como el resto de la sala o como el público del festival estos días, la película me tuvo con una sonrisa si, pero no me sacó ni una carcajada, tal vez fuera el cansancio no lo sé.
Ahora ya si, mi primer día completo, el Lunes 7 comenzaba con Corporate Animals, película de Patrick Brice, viejo conocido del festival por sus dos partes de Creep. En ésta ocasión Brice utiliza un argumento algo más convencional, el de los empleados de una empresa que se van en uno de esos viajes de Team Building a hacer actividades en conjunto para fomentar el espíritu de equipo. Si el argumento suena a ya visto el aspecto visual no pasa de ser el de una sitcom cualquiera (incluso de las más modestitas diría yo), que apenas ofrece nada nuevo al espectador al margen de un par de gags acertados y cierta agilidad en su planteamiento que hace que no llegues a aburrirte. Ed Helms pasa por allí y Demi Moore demuestra que su carrera está en sus horas más bajas. Su absoluta falta de pretensiones hace que tampoco se le pueda criticar demasiado simplemente es una película que se puede obviar sin ningún temor.
Llegaba uno de los platos fuertes del año, y tal vez el más sorprendente, y es que cuando una vez programada y tras su paso por otros festivales como Toronto o Fantastic Fest, El Hoyo viene causando sensación con varios premios del público y críticas entusiastas. Una vez vista he de decir que las expectativas estaban más que justificadas, y es que la opera prima de Galder Gaztelu es uno de los films más inteligentes del fantástico (no solo nacional) de los últimos años, utilizando una distopia con ciertas reminiscencias que van del Cube de Natali al Snowpiercer de Bong Jon Hoo logrando sin embargo mantener una personalidad y estilo propio para trazar un estudio de la raza humana que puede hablar por igual de su pasado, presente y futuro. Pero quizás lo más sorprendente del film es que conteniendo una carga social y moral tan intensa logra divertir y entretener a la vez que hacer reflexionar al espectador, gracias a un guión tan inteligente como afilado sobre los males endémicos del ser humano y de nuestra sociedad. Si a eso le sumamos un aspecto visual interesantísimo capaz de convertir sus carencias en aciertos y un reparto entregadísimo a la causa (con Iván Massague y Zorion Eguileor de auténtico escándalo) nos encontramos con una de las cintas más impactantes y sorprendentes del cine español de los últimos años.
Con el subidón aún en el cuerpo y las conversaciones sobre los mensajes e interpretaciones de El Hoyo tocaba cambiar el chip para ver Starfish. Una cinta de corte mucho más íntimo y personal. La historia de Aubrey, una joven que ha perdido a su mejor amiga por una enfermedad y que tras el día de su entierro descubre que el fin del mundo se acerca y tal vez unas cintas de casette que le dejó su amiga pueden ser la única salvación para todos. El film constantemente juega con ese elemento fantástico y una trama mucho más de drama indie de la superación del proceso de pérdida por parte de la protagonista. Si bien estéticamente tiene momentos potentísimos y de una fotografía bellísima su historia es de tal austeridad narrativa que hace muy difícil al espectador implicarse con ella de algún modo, dejando la sensación que esa catarsis personal de la protagonista (una Virginia Gardner que defiende el papel como buenamente puede) ha sido también el de su director, siendo los espectadores simples voyeurs a los que deja observar pero nunca se esfuerza por meter en su juego. Bastantes deserciones, unos cuantos bostezos e incluso algún ronquido en una película áspera y difícil a la que particularmente nunca me he podido agarrar.
Tras un breve descanso y en la temida hora de la siesta llegaba Daniel isn't Real, película que había creado bastante división entre los que ya la habían podido ver en algún pase anterior. Y es que hay que reconocer que la película de Adam Egypt Mortimer no es de fácil digestión. Un vistazo al interior de la mente humana, donde la enfermedad es una batalla continua contra uno mismo que lleva a la locura a sus personajes y a los espectadores que se embarcan en este viaje tan salvaje y macabro como estimulante. Y es que Daniel isn't Real posee un imaginario poderosísimo que te enamora visualmente a la vez que te coloca en lugares incomodísimos intelectualmente. Toda una experiencia tan fácil de amar como de odiar. Apuntadme en el primer grupo.
Regreso a Tramuntana para ver After Midnight, último film de Jeremy Gardner y Christian Stella, donde se vuelve al ya conocido tema de drama romántico con un toquecito fantástico. En éste caso el monstruo de la monotonía y las esperanzas frustradas son las que llevan a una situación de terror ante una separación. Pocos peros se le puede poner a una película cuyo mayor pecado es no destacar en ningún sentido dentro de la cantidad de productos similares que ya hemos podido ver.
El largo día (llegando tarde había que recuperar el tiempo perdido) finalizaba con El faro, la película de Robert Eggers, quién tras sorprender a todos con La Bruja ha vuelto a revolucionar a la crítica con un film que ha provocado grandes corrientes de opinión a favor y en contra. Y no es para menos porque con The Lighthouse Eggers demuestra que es un cineasta inclasificable y que hace lo que le da la gana, en este caso una tragedia clásica, una moderno prometeo en un faro, donde las sobresalientes interpretaciones de Patterson y Dafoe y la espectacular fotografía llevan de la mano al espectador en una apuesta extrema en lo narrativo, impresionante en lo visual y tremendamente disfrutable.
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