Enfilamos ya el final del festival con las apuestas sobre el palmarés y las discusiones típicas sobre lo mejor y lo peor, pero aunque exista cierta sensación de que la recta final ha quedado algo descafeinada en cuanto a grandes títulos, todavía esperamos el mirlo blanco de última hora. Día de contrastes hoy, con películas esperadas que no han cumplido expectativas y otras que han sorprendido gratamente por encima de lo esperado.
En sección oficial podíamos ver Nosotros nunca moriremos del argentino Eduardo Crespo. En la película una madre y su hijo pequeño viajan al lugar donde han encontrado muerto a su hijo mayor, allí Rodrigo se va adentrando poco a poco en el mundo adulto mientras acompaña a su madre en el luto y descubren la razón de la muerte de su hermano.
El film aborda una vez más el tema de la pérdida y la superación del duelo, sin nada reseñable que aportar. Los pequeños flashbacks sobre la vida del hijo mayor, los viajes de la madre para investigar la muerte y ese proceso de maduración del hijo pequeño se mezclan sin demasiado interés con una narración excesivamente parsimoniosa y contemplativa que nunca llega a atrapar y que consigue que sus escasos 83 minutos se hagan largos. Se habla de Romina Escobar como candidata a la Concha de Plata a la mejor interpretación femenina. Particularmente me parece de lo más prescindible de la sección oficial este año.
Con el gran premio del jurado del último festival de Berlín y un premio especial del Jurado en Sundance en su haber llegaba a la sección de Perlas Never Rarely Sometimes Always (Nunca, casi nunca, a veces, siempre) de Eliza Hittman.
El film cuenta la historia de Autumn que con 17 años descubre que está embarazada e inicia un viaje a Nueva York con su prima y mejor amiga para abortar. La película adopta un formato entre documental y road movie narrando el viaje de las dos jóvenes con naturalidad y sin estridencias, lo que hace que por momento caiga en la monotonía, destacando en los momentos de sororidad de ambas amigas. Sin embargo por lo que todos recordaremos esta obra es por la escena que da título al film, la manera de sostener el primer plano de Sidney Flanigan y la economía narrativa de Eliza Hittman son absolutamente deslumbrantes, lastima que el antes y el después sean algo más planos. Aún así una película a recomendar aunque solo sea por las dos excelentes actuaciones de sus protagonistas y la ya citada escena.
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