Para comenzar el día tocaba arriesgar con la sección Nuevos Directores, capaz de lo mejor y lo peor, y con la argentina Pinamar. La planificación del film evidencia su bajo presupuesto: pocos actores y localizaciones solitarias, pero esto lejos de suponer un impedimento se integra perfectamente en esta historia de dos hermanos que se trasladan a la casa vacacional familiar tras la muerte de su madre para vender la propiedad. Como se puede adivinar por el argumento tenemos retrato de una generación desencantada, paso de la juventud a la madurez, etc ... pero todo ello con una sencillez que te envuelve en su dulce melancolía gracias al buen hacer de su dúo protagonista. Futuro prometedor para Federico Godfrid.
En la Sección Oficial llegaba As You Are la película estúpida del festival hasta el momento, y básicamente no tiene otro nombre, porque hay películas peores pero esta posee un guión tan sumamente ridículo y lleno de clichés que en un principio te parece absurdo y acaba por ofenderte con su simplificación de las cosas. Desde el joven que se revela contra la sociedad, pasando por el padre maltratador, el grunge depresivo o el homosexual torturado, todos los estereotipos del cine indie de los 90 se pasan por esta estupidez que no recomendaría a nadie para que no perdiera el tiempo más que nada.
Regreso a la sección Nuevos Directores con Luces de Verano, la aproximación del director francés Jean Gabriel Periot a la cultura japonesa y sobre todo a la importancia de la memoria histórica sobre hechos del pasado que marcaron un país, en éste caso la bomba de Hiroshima, contado a través de un director que viaja a la ciudad bombardeada para grabar un documental sobre la Segunda Guerra Mundial. A la película le veo un problema fundamental y es su interminable prólogo de más de 20 minutos con una anciana hablando a cámara sobre como vivió el bombardeo, esto ha hecho desistir a varios espectadores que han abandonado la sala, si logras sobrevivir al tedio inicial el film gana en interés gracias a la mezcla de la historia de Hiroshima con un retrato de la sociedad actual japonesa enfrentada a su cultura tradicional, todo ello eso si con el habitual ritmo pausado y los largos planos del cine oriental. Tal vez un montaje un poquito más dinámico en su primera parte le ayudaría pero aún así es cierto que el sabor final es bueno gracias a la belleza de sus imágenes.
Y llegó la gran polémica con Playground y avisado estaba de que para bien o para mal era una película que había que ver porque se iba a hablar de ella. Más allá de su controvertida secuencia final, con deserciones en masa de la sala, un pequeño abucheo al finalizar e incluso se comenta que protestas a los miembros del equipo presente (personalmente no lo he visto), mi problema con Playground no viene con esta escena, que aunque incomoda, particularmente no me parece para tanto, si no con una película que es la nada absoluta, que se empeña en recalcarte a gritos que la vida es una mierda pero que solo te lo explica de un modo superficial, con imágenes morbosas que no aportan nada al conjunto, con unos personajes tan esquemáticos que están definidos con tres ideas, con una realización tan plana e impersonal que podría estar firmado por miles de directores, en fin, que no es que sea fuerte o dura, es que es mala, muy mala.
Sin embargo me reconozco incapaz de implicarme emocionalmente con la propuesta porque me deja la impresión de que busca conectar con el espectador a través de su bagaje personal previo y no a través de la historia del protagonista, esto que es entendible porque recurre a un sentimiento universal que todos antes o después tendremos me parece un poco "tramposo" y me desliga de la historia justo ese puntito para que no acabe de conectar con ella, y esta es una película pensada para llegarte hasta las entrañas y revolvertelas, si no te implicas te pasará como a mi, que apreciarás sus bondades técnicas pero te dejará un tanto frío.
Curiosa la sesión doble que nos hemos hecho en el Teatro Principal sobre la muerte y la superación del dolor con la proyección de Frantz un caleidoscopio en el que las historias de amor imposibles, la dificultad para cerrar las heridas de la guerra y las mentiras piadosas no paran de mezclarse en un viaje por un laberinto moral en el que cada nuevo pasillo invita al espectador a una nueva reflexión sobre lo que haría ante una situación semejante. Todo ello con el Ozon más clásico tras la cámara, aunque reservándose cierto jugueteo entre el color y el blanco y negro, para entregarnos un melodrama anti belicista que duele tanto como enternece. Obra maestra.
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