En el Juego de Tronos o ganas o mueres, en el de los festivales de cine no es para tanto la cosa pero si que es cierto que a grandes aciertos le suceden grandes fallos, si el día de ayer fueron casi todos aciertos hoy probablemente ha sido el más flojo de lo que llevamos de Festival de San Sebastián, aunque como en casi todo, hay matices y también ha habido cosas interesantes.
Tras el palizón del día anterior no había fuerzas para la primera sesión para que mentir, aunque tampoco había nada demasiado interesante, las malas opiniones leídas sobre Licht hacen que estas horitas de sueño ganado sepan un poco mejor incluso.
Comenzaba el día en el Teatro Victoria Eugenia con 120 pulsaciones por minuto, la nueva película de Robin Campillo que llegaba con el aval de ganar el Gran Premio del jurado en Cannes. La película se podría dividir facilmente en dos partes, por un lado el origen de la asociación Act Up Paris y por otro la historia personal de uno de estos enfermos de sida. Esta dicotomía estructural lejos de enriquecer el film hace que nos parezca estar viendo dos películas en una, la parte de Act Up siendo interesante y tremendamente acertada en su retrato del desconocimiento de la enfermedad en los años 90 resulta demasiado estática en sus asambleas y actos reivindicativos y deja a los personajes algo indefinidos más allá de su función en la organización, algo que afecta a la historia personal posterior pues los personajes nos son un tanto ajenos para que lleguemos a sufrir por ellos. Siendo una película totalmente necesaria desde el punto de vista social y educativo, a nivel cinematográfico la veo demasiado irregular, dejando la sensación de que un documental sobre Act Up hubiera sido más interesante y que la historia de uno de los enfermos no aporta nada nuevo a este tipo de cine.
Después de un nuevo intento fallido por recuperar The Square (ya hay que darla por perdida), tocaba de nuevo la sección Perlas con En realidad nunca estuviste aquí. La directora de la estupenda Tenemos que hablar de Kevin y Joaquin Phoenix juntos, ¿nada puede fallar verdad?, pues falla practicamente todo, y es que una cosa es anteponer la forma al fondo y otra cosa es esto.
En You Were Never Really Here no molesta que la historia ya la hayamos visto mil veces, no molesta que la pretenciosidad estética se coma a la sensación de credibilidad, no molesta que no haya ni un solo personaje con el que empatizar ... bueno si que coño, todo es molesta y sobre todo molesta que todo pase a la vez. Entiendo que visualmente pueda atraer aunque particularmente no me emocionan este tipo de narrativas visuales si no tienen ninguna función en la historia, particularmente lo único que me ha provocado esta película ha sido sopor y aburrimiento.
Con el premio Donostia a Ricardo Darin llega La Cordillera una película de apariencia más comercial y que sin embargo puede ser la que ha levantado más polvareda hasta ahora entre el público. La historia se centra en una cumbre de presidentes sudamericanos a la que acude el presidente de Argentina y donde se va a dictaminar la política común en materia petrolífera. El film comienza como un interesante thriller político que nos muestra los tejemanejes las intrigas de este tipo de reuniones y poco a poco va virando hacia el drama familiar del personaje de Darín para acabar por convertirse en una intriga de reminiscencias Hitchcockianas, en este momento podemos pensar que todo lo demás ha sido un enorme Macguffin para presentarnos el verdadero elemento central de la película, pero no, el film decide seguir con estos tres frentes adelante, y ese es su principal problema, que por separado cada uno de ellos me resulta interesante pero juntos combinan de la peor de las maneras posibles. A esto hay que sumarle que La cordillera ya no es que decida dejar ciertos aspectos a juicio del espectador, si no que deja todas sus tramas en el aire, vamos que si me dicen que esto es un capítulo piloto te digo que me interesa mucho ver esa serie porque abre temas muy interesantes, cuando te das cuenta que es la conclusión de una película te queda la impresión de que teniendo un buen material entre manos no han sabido como llevarlo adelante.
Para acabar el día, mi primera incursión en la sección Nuevos Directores, la del todo o nada, donde encuentras grandes joyas inesperadas pero también los films más olvidables, por suerte para mi esta vez la moneda cayó por el lado bueno.
Cargo es una historia pequeña, dura y aspera, como la vida de sus tres protagonistas, pescadores que curan sus heridas con la misma botella de coñac a la que le dan un trago mientras siguen trabajando, pero eso no significa que la herida deje de sangrar. En un ambiente masculino que no da pie a que las emociones tomen su lugar tres hermanos tienen que lidiar con el accidente de su padre y su delicada situación económica. Gilles Coulier no solo retrata a la perfección el duro ambiente pescador si no que construye de forma ejemplar a unos personajes a primera vista impenetrables pero llenos de pequeños detalles a posteriori que los define e individualiza. No voy a negar que la película es densa y de difícil digestión si no estás dispuesto a poner de tu parte, pero si entras en este tipo de historias lentas en las que nada se dice pero todo se siente puedes acabar tan maravillado como yo. Enorme descubrimiento que lamentablemente creo que me voy a quedar bastante solo defendiendo.
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