Que no haya pasado otros años no significa que no me vuelva a asombrar la fuerza con la que llueve en Sitges y la que se lía en sus calles por su alcantarillado un tanto precario, y es que cuando nos hemos levantado esta mañana parecía el diluvio universal, pero al salir a la calle y ver las riadas ya daban ganas de sacar la piragua. Pero como en los festivales hay mucho de improvisación también, cambio de planes, porque ir desde el apartamento en el Puerto hasta Prado, dónde tenía mi primera película de la mañana era imposible, corregimos rumbo y para Auditori y aún así he llegado calado hasta arriba, la parte buena es que ya puedo decir que el Festival es como mi segunda casa y es que para evitar la pulmonía y a raiz de los cinco litros de agua que llevaba en los pantalones ya puedo decir que he visto una película en el Auditori en calzoncillos como si fuera el salón de mi casa, otra experiencia en Sitges y esta si que no esperaba tenerla la verdad.