Los Fabelman. Título original: The Fabelmans
Director: Steven Spielberg
Actores: Michelle Williams, Paul Dano, Gabriel LaBelle, Seth Rogen, Judd Hirsch, Mateo Zoryan, Keeley Karsten, Alina Brace, Julia Butters, Birdie Borria, Sam Rechnes, Oakes Fegley, David Lynch
Guion: Tony Kushner, Steven Spielberg
Productores: Kristie Macosko Krieger, Steven Spielberg, Tony Kushner
Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn
Fotografía: Januz Kaminsky
Música: John Williams
Producción: Amblin Entertainment, Universal Pictures, Amblin Partners, Reliance Entertaniment
Antes de comenzar la película, Steven Spielberg aparece en la gran pantalla y además de darnos las gracias por asistir mientras recuerda la importancia de la experiencia colectiva en una sala de cine nos habla de cartas de amor al cine y a la familia, así que los clichés ya están gastados antes de empezar. También el del cineasta que decide reflexionar sobre su propia vida como están haciendo algunos de sus compañeros más jóvenes en los últimos años, pero aquí hay algo diferente y es que Spielberg hablando sobre Spielberg no se puede parecer a nada, porque el director de cine más influyente de prácticamente la última mitad de siglo aportando su versión sobre las claves que han marcado su carrera no puede compararse a nada.
Y aún así Los Fabelman es una película un tanto irregular, algo probablemente inevitable ante la implicación emocional del propio Spielberg, desde el niño asombrado y ya irremediablemente enamorado del mundo del cine hasta el joven a punto de comenzar su carrera (con los mejores últimos diez minutos que uno podría imaginar para una película que habla sobre el cine), la película atraviesa un viaje emocional que no solo busca la implicación del espectador si no probablemente el homenaje a una familia a la que siempre idealiza y nunca quiere demonizar pese a sus altibajos.
El sense of wonder habitual de Spielberg vuelve a estar presente en ese primer tercio en la que primero un pequeño Sammy descubre el mundo del cine y después nuestro joven protagonista se entrega por completo a su pasión con extrema ilusión y aunque las pistas sobre el drama familiar siempre planea la pantalla, la película siempre se muestra luminosa y optimista consiguiendo no parecer edulcorada. Es probablemente en su núcleo central donde el film se atasca un tanto ante la voluntad del director de querer justificar a todos sus personajes sin culpar a ninguno, por suerte esto se salva ante un grupo de actuaciones soberbias con un Paul Dano que sorprende por su acertada contención tan alejada de la mayoría de sus papeles, un Seth Rogen en el probablemente mejor papel de su carrera y una Michelle Williams que, si, tiene el bombón actoral de la película pero que no duda en aprovecharlo y enriquecerlo en cada segundo que aparece en pantalla, en una actuación que se cargaría de premios si no hubiera coincidido con el año Blanchett.
Spielberg consigue dar un giro totalmente inesperado al manido tema sobre cómo crecer en hogar roto y desestructurado, consiguiendo mezclar la ilusión del joven director en ciernes con la oscuridad de una familia que se va rompiendo poco a poco y aunque el film contenga algún bache narrativo también posee secuencias poderosísimas, casi siempre asociadas a la relación entre el protagonista y su madre que llega a su culmen en la escena de revelación del gran secreto familiar que acabará desencadenado todo.
Los Fabelman posee una capacidad extraordinaria para mezclar drama y comedia sin que el cambio de género chirríe en ningún momento, además de un ritmo envidiable para que sus dos horas y medias pasen en un suspiro y cerrando el círculo consigue volver de nuevo a la ilusión del niño que descubre su pasión por una profesión que no solo le cambia para siempre si no que es la pura esencia de su propio ser, no hay manera de explicar a Spielberg sin el cine.
Los Fabelman no es mi película preferida de Spielberg, probablemente ni siquiera esté en el top10 del director pero es una película en la que comienzas y acabas con una sonrisa y te hace salir feliz de la sala de cine, creo que el pequeño Steven, perdón, Sammy, estaría más que orgullo de esto.
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