Director: Steven Spielberg
Actores: Tom Hanks, Mark Rylance, Alan Alda, Amy Ryan, Austin Stowell, Sebastian Koch, Will Rogers.
Guión: Matt Charman, Ethan Coen, Joel Coen.
Productores: Steven Spielberg, Marc Platt, Kristie Macosko Krieger
Montaje: Michael Kahn
Fotografía: Janusz Kaminski
Música: Thomas Newman
Producción: Amblin Entertainment, Dreamworks SKG, Fox 2000 Pictures
Hubo una época, hace no tanto tiempo, en que cualquier estreno de Spielberg era esperado como un acontecimiento cinematográfico, la última película del Rey Midas de Hollywood, del creador de E.T, Indiana Jones, Jurassic Park y tantos y tantos títulos que permanecen en nuestra memoria, por desgracia, si excluimos la habitualmente olvidada y para mi gusto muy notable Las aventuras de Tintin: el Secreto del Unicornio, ha pasado una década ya desde que viéramos por última vez al mejor Steven Spielberg y lamentablemente El Puente de los espías no supone el retorno del rey.
Ambientada en plena Guerra fría James B. Donovan es un abogado, antiguo perteneciente al equipo de la fiscalía de los juicios de Nuremberg, al que se le encarga la labor de defender a Rudolf Abel, un espía soviético capturado en territorio americano, poco tiempo después un piloto americano es capturado en una misión de espionaje por lo que la CIA elige a Donovan para negociar el intercambio entre ambos rehenes fuera de los cauces oficiales.
Con una historia a priori tan interesante El Puente de los Espías es la más clara demostración de que un buen guión es el auténtico cimiento sobre el que se asienta una película y que cuando éste falla el resto se derrumba como un castillo de naipes. Y es más llamativo aún si cabe cuando en éste caso se encargan de la labor los hermanos Coen, cuya colaboración con Spielberg era uno de los puntos más atractivos de éste film, sin embargo su libreto no cala en el espectador, principalmente por la incapacidad para profundizar en sus personajes, ya no solo por ese James B. Donovan al que se nos quiere presentar como un Atticus Finch moderno sin apenas darnos motivos para agarrarnos a ésta aseveración y creer que es ese hombre bueno e idealista que la película nos quiere vender, si no por lo desdibujados que están todos los personajes del film, algunos de ellos tan totalmente accesorios e innecesarios que bordean el ridículo como el de Amy Ryan, otros apenas apuntados como el piloto interpretado por Austin Stowell e incluso alguno que se supone clave en la historia pero al que apenas conocemos como es el estudiante americano capturado en Berlín.
Es difícil sufrir por el destino de unos personajes que apenas nos importan, en ese sentido también se echa en falta algo más de tensión en el guión, un puntito Le Carre podríamos decir, algún giro argumental que le otorgue cierto peso y complicación a la trama ya que la sensación es que todo es asombrosamente sencillo para nuestro protagonista.
El film se salva en última instancia en ese sentido interpretativo gracias a las grandes actuaciones de Tom Hanks, que tiene ya tan controlado y asimilado éste tipo de papeles que los interpreta con una naturalidad insultante, y sobre todo con la gran sorpresa de la película, el británico Mark Rylance que sin apenas texto e historia con la que trabajar compone un Rudolf Abel que desprende humanidad en cada minuto que aparece en pantalla y se acaba convirtiendo en el personaje por el que realmente acabamos sufriendo por su destino.
El diseño de producción de Adam Stockhausen y la dirección artística de Marco Bittner son otros de los puntos fuertes del film, con una reconstrucción de Berlín plagada de detalles y grandes momentos, al igual que la fotografía de Janusz Kaminski, grisacea, plomiza y cargante en territorio alemán y llena de luz cuando vuelve a terreno americano. Más floja es sin embargo la Banda Sonora de Thomas Newman que se limita a acompañar a la acción tomando un perfil bajo y excesivamente amable en la mayoría de ocasiones, incapaz de potenciar los pocos momentos de tensión del film.
A Steven Spielberg no se le ha olvidado rodar, sobre eso no podemos tener ningún tipo de duda, su elegancia a la hora de manejar la cámara por las calles de Berlín, la naturalidad de sus transiciones o incluso algunas escenas en las que se permite lucir su habilidad para manejar la tensión como es el intercambio final en el puente, la persecución bajo la lluvia y sobre todo la secuencia inicial en la que capturan a Rudolf Abel, auténtica escena cumbre del film, así lo demuestran, el film está lleno de imágenes para el recuerdo como esos intercambios de miradas en los viajes en el tren de Donovan, eso no se puede negar y es que estamos hablando de un genio como Spielberg, pero a pesar de ello queda la sensación que en los últimos años el otrora creador de sueños se ha acomodado en cierto modo en ese estilo clásico que tanto favorece a su manera de dirigir y se echa de menos que salga de su zona de confort y se arriesgue un poco más, Spielberg siempre fue un director que con mayor o menor acierto buscaba el Sobresaliente, sin embargo, parece que después de la ya muy lejana Munich y con la excepción anteriormente comentada se ha conformado con el simple aprobado, con hacer películas correctas y eso para alguien con su talento sabe a muy poco.
La verdad es que me resultaba muy atractiva, pero es una pena que algo que tenía todas las papeletas para ser de diez acabe quedándose en un notable...
ResponderEliminarE incluso en un Bien diría yo, tiene dos o tres escenas que si llegan al notable pero el conjunto a mi me parece flojito, pero bueno, ya sabes que lo que a uno le encanta a otro le disgusta, dale una oportunidad por ti misma.
Eliminar