El tradicional karaoke del festival de Sitges suele marcar el paso del ecuador hacia la recta final del festival y este año tenía un ambiente especial ya que tras años pandémicos y de restricciones había muchas ganas de pasarlo bien, así que se cerró local, se gritó y cantó mucho y a partir de entonces a agotar los restos de batería que ya comienza a gritar auxilio. Los cafés se acumulan, la ingesta de bebida energética supera con mucho lo recomendado para un año completo, los días se mezclan, las películas cuestan y se escucha algún ronquido que otro y las escapadas comienzan a ser más habituales. Pero aquí seguimos aguantando, incluso al buffet del Melia (entrada aparte merecería esto).