Tras la pequeña paliza que supuso el primer día, hoy tocaba jornada de relativo relax, pero como suele pasar, intentar planificar las cosas en los festivales es un error. Eso y ser un bloguero pobre que duerme en una habitación compartida de un albergue, lo cual lleva a que un compañero de litera haya tenido el despertador sonando cada cinco minutos durante una hora sin decidir si levantarse o apagarlo definitivamente, y oye ya despierto pues que menos que aprovechar el día.