Y en el séptimo día llegó el bajón que me vaticinaban ya algunos veteranos, el cansancio empieza a hacer mella y los madrugones cada día cuestan más, la cuestecita hasta el Hotel Melia cada día parece más empinada, las colas parecen más interminables que nunca y como no logres conectar con la película corres el riesgo de echar alguna cabezadita durante la sesión, cosa que ya se le ha visto a más de uno, críticos de renombre incluidos, pero mejor no dar nombres.