Tercer año consecutivo en Donosti y esto ya empieza a parecer mi segunda casa, el camino de la estación de tren al albergue me lo sé de memoria, ni una sola duda para ir a los bares de referencia o conectar las sedes, vamos que creo que Rebordinos me debería hacer vitalicio.
El pequeño obstáculo a evitar este año es una programación demencial que junta pases de prensa de tres de las películas más esperadas un mismo día a la misma hora, o que enlaza otros pases con apenas tres minutos de separación entre ellos. Así ver como más de media sala se iba de una película cuando faltaban un par de minutos para acabar (molestando al resto de espectadores) y como después de pegarnos el carrerón y casi suplicar para que nos dejaran pasar entrabamos tarde (y de nuevo molestando) al pase siguiente ha sido algo que no esperaba ver en Donosti, festival que siempre se ha caracterizado por su buena organización. Será cuestión de acostumbrarse a los nuevos tiempos.