Dentro del universo festivalero existe un subgrupo aún más tarado de lo que ya de por sí conlleva tirarse 7 - 10 días viendo cine sin parar y sin apenas dormir. Estoy hablando de los amantes de los festivales y sesiones más gamberras. Si los pusiéramos en escala ascendente, existe el cachondeito de las sesiones nocturnas de Sitges en Retiro, la semana de cine de terror y fantástico de San Sebastián directamente pasa a convertirse en una fiesta. Un paso más allá está la ya mítica mandanga de la Muestra Syfy pero todos sabemos que hay una última frontera, la de adentrarse en los peligrosos territorios de bizarradas extremas como la CutreCon en Madrid o Peor, Imposible en Gijón.