Volver a Sitges ha sido toda una experiencia y una cura lo reconozco, la nueva normalidad no lo ha sido tal realmente hasta que he podido volver al templo del mejor cine de terror y fantástico. Al final todos los sitgeros formanos una comunidad, en la que aunque no te conoces si te reconoces y ver de nuevo a los habituales y a los viejos conocidos ha sido una ilusión tremenda y es que aunque el sustitutivo de la versión online del año pasado sirvió para quitarnos el mono, no ha sido hasta que entré en el Auditori y pude aplaudir a King Kong de nuevo derribando aviones cuando realmente volví a sentirme en el Festival de Sitges de nuevo.
Como es tradición en cada año el primer día es el de las
prisas, el madrugón para el avión o tren, el perderte en el Rodalies (otra
tradición a la que no puedo fallar y que se contará y se reirá debidamente en Los de al lado de Pumares), llegar corriendo a por la acreditación y
entrar a la carrera en la primera película, una vez cumplido todos esos
trámites tocaba comenzar el festival.